¿Qué tema el de la discriminación, verdad? Porque mientras muchos dicen "yo no discrimino", sabemos que la línea entre un buen proceder y el acto discriminatorio es muy débil, casi imperceptible. Lo sabemos. Al punto tal de remarcarlo cada vez que lo oímos de nuestro prójimo y no dudamos en reprender al discriminador e incluso proteger al discriminado. Sin embargo ante la primera oportunidad, nos olvidamos de eso. El objetivo es superar al otro, siempre. Como parte de nuestra identidad, también necesitamos recurrir al medio que se nos ocurra para hacer trastabillar a nuestro oponente de ocasión. Es tan natural como triste, pero es la realidad que nos toca. Esto, claro, a menos que decidamos cambiar. Y yo creo que los actos discriminatorios pasados deberían servirnos para reflexionar y así evitar que se sigan sucediendo.
La jueza que insultó y discriminó a dos empleadas de la oficina de tránsito es llevada a juicio político por mal desempeño de sus funciones. Realmente lamentable lo de Rosa Parrilli. Lo que ocurrió un par de semanas atrás se empeoró el otro día cuando una joven fue agredida física y verbalmente por sus compañeras de curso en presencia del personal educativo. Sólo basta recordar el triste ranking de insultos más reiterados por los adolescentes para advertir que la nacionalidad es una excusa más y algo tan sutil como el color del pelo pueden desencadenar en actos de humillación extremos. Y hasta de violencia física. Como tantos otros casos en que las chicas son discrminadas por "lindas". Lo menos que sucede es un insulto pues el grupo agresor esperar que los agredidos intenten defenderse para escalar un peldaño en la violencia de los actos siguientes. Escupitajos, patas y golpes de puño suelen caer pesadamente sobre el individuo atacado.
El juicio político por parte del Consejo de la Magistratura, ¿qué decir? La primera impresión es que es un gran paso para nuestro país. Que el sistema caiga encima de aquellos que cometan faltas es tan necesario como justo. Ya sea para la jueza Parrilli como para el escolar que agrede a un compañero o para cualquiera que deambule por ahí. Ni siquiera estoy pidiendo que, milagrosamente y de un día para el otro, las cosas se resuelvan. Ahora, también sé que si en un país como el nuestro las reglas se aplicaran como deberían, el discriminador tendría cada vez menos espacio para el insulto fácil y la sociedad actuaría rápidamente con la condena social. Una persona cuya mirada no encuentra ojos cómplices en sus actos de cobardía es quien entiende sus actitudes deben ser otras. Pero siempre hay cosas que me superan. Y leer en los diarios de que una jovencita fue atacada por ser hija de bolivianos (aún teniendo ella la ciudadanía argentina y su familia, cosa que tampoco viene al caso discutir) verdaderamente me repugna. Porque no sé si ustedes se habrán dado cuenta, pero no soy precisamente un ario carapálida como la mayoría de los argenti-nazis quisieran. ¡Tampoco me muero por serlo, eh! Quiero, únicamente poder vivir en paz. Vivir en un país que acepte las diferencias que tiene y conviva lo más plácidamente el tiempo que tenemos para vivir.
Sobre esta última cuestión, permítanme recordarles un fragmento de lo dicho en otra oportunidad: "Más allá de advertir un recrudecimiento de las viejas antinomias, lo de "negro de mierda" encierra una cuestión determinante: la inconsciente actitud de la 'supremacía blanca' [...] Acá lo que hay es un clarísimo ejemplo de cómo han querido instalar desde tiempos inmemoriables la dominación del "blanco" por sobre el resto de las etnias. Aquí contamos con el triste ejemplo de la aniquilación sistemática de los pueblos autóctonos, algo repetido en otras partes del mundo como los Estados Unidos. Europa también tiene lo suyo. Los esclavos africanos que sirvieron en ese entonces no han tenido posibilidad de elegir otra vida. ¿Por qué muchos movimientos culturales promueven "volver al Africa"? La tierra de ancestros. Y déjenme decirles una cosa: la historia del blanco contra negro o la supremacía blanca nos dice tristemente que no hemos avanzado demasiado".
Las situaciones que nos llevan a cometer actos discriminatorios son muchas. Yo creo que con educación, se puede ir minimizando el problema. Es más, estoy convencido de ello. Pero primero, como siempre, habrá que reconocer que el problema es real. Hoy parecería ser que nadie discrimina, pero sin embargo los casos se suscitan a diario. ¿Qué nos pasa Argentina? En el país donde más se evocan los valores morales, nadie está excento de nada. No podemos llamarnos castos de pensamiento porque siempre estamos a la orden de la siguiente batalla. Es extraño, pues esto lo hemos charlado alguna vez. Y lo seguiremos haciendo, de eso no hay duda. Hasta tanto no se muestren cambios genuinos en pos de mejorar la convivencia diaria, este y otros tantos temas no deben perder vigencia en la mesa de discusiones, es decir, sus propias casas. El cambio es necesario, pero exige el compromiso de todos. Ojalá algún día podamos decir convencidos de que estamos en una Argentina para todos. Pero por como están las cosas, queda claro estamos muy lejos de ello. Hasta la próxima.
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