miércoles, 4 de noviembre de 2009

Ahogados en un mar de lágrimas: Esperando la próxima víctima.

La situación en nuestro país es calamitosa. No se aguanta un minuto sin oír en el noticiero que alguien sufre por algo en la Argentina. A veces prendo la televisión con la esperanza de encontrar algo nuevo, pero lamentablemente nada puede sacarme de la eterna depresión a la que caigo cuando advierto que soy argentino. Por el momento sólo quiero dejarles una buena parte de mí con estas líneas. Sepan que, desde aquí al menos, siempre quise escribir desde el plano más íntimo, más personal. Por demás sin temor a ser criticado. Lo que escribo es lo que soy, y lo que digo es lo que hago. Simple y al grano. Así me defino. Por estas razones no me significa mucho esfuerzo decir que me avergüenzo de ser argentino. Por todo lo que significa, claro y también por todo aquello que querríamos significar. Somos grandilocuentes. ridículos. Queda claro que siendo así, sólo podemos esconder un complejo de inferioridad. Aparentamos ser más que el resto. Vivimos en la mentira si es necesario, puesto que aún ante evidencias concretas, tendremos alguna salida ingeniosa para dejar mal parado al otro. Una sociedad compuesta por genes de ese tipo solo puede aspirar a ser una nación individualista por un lado, y por el otro, tremendamente egoísta. ¿Quién querría cargar tanto peso sobre sus hombros? ¿Les extraña que me avergüenze?


Decíamos una sociedad individualista y también egoísta por el motivo recurrente: Mientras mi espacio vital esté tranquilo, ¿por qué habría de preocuparme por otros? A la larga sabemos que nos va a jugar en contra, pero asumimos el riesgo igual. Somos el todo o la nada, el pan y la torta. ¿Qué soluciones podríamos crear sobre los temas que más nos preocupan? ¿Por qué siempre tiene que haber una nueva víctima para hablar de esto? No quiero pasar por la vida siendo un sobreviviente. Quiero soluciones, o al menos quiero participar de su gestación. Sobre la base de nuevas y buenas ideas se construyen las cosas. Por eso me da rabia la situación en la que estamos. Ni las nuevas ni las buenas ideas se manifiestan, seguimos en la pavada. Me resulta muy curioso esto de "perder el tiempo".

En realidad no lo sabemos cuando chicos, pero el curso de la vida enseña que tenemos demasiado poco tiempo para hacer las cosas que planeamos. No vivimos tanto como quisiéramos. Se nos enseña, ahora sí cuando chicos, que debemos esforzarnos a diario por conseguir lo que queremos. ¿Qué manera de vivir es esa en la cual lo que conseguimos se puede esfumar en un segundo? ¿En qué cabeza cabe que eso es vida? La torpeza criminal de la dirigencia nos sumió en tal crisis que ya no podemos confiar ni en el vecino de toda la vida. Las vidas perdidas deben permanecer siempre unidas a la memoria de la sociedad. No olvidemos a las víctimas que hoy las autoridades del oficialismo quieren esconder bajo el velo de la "sensación".

O ya no es más sensación desde que Daniel Scioli pidió discutir el tema de la baja en la edad de inimputabilidad de los menores delincuentes. Algo que se expresara favorablemente Juan Carlos Blumberg en las tres convocatorias que realizó luego de la muerte de su hijo Axel. Las madres del dolor le siguieron al reclamo de Blumberg. Recordemos el caso de Marcos Schenone (asesinado por el dueño de Dallas en Martínez). En Juan Carlos, el falso ingeniero, nació un referente para todo lo relacionado con seguridad. Luego, con el tiempo, aprendimos que las soluciones no nacían de una sola cabeza y dejamos de idolatrarlo. Pero ni siquiera allí nos unimos. Continuamos por separado y nos volvemos a unir tras el intento de asesinato al "Negro" Cáceres. ¿Acaso no nos damos cuenta que perdemos más que una persona? Y no lo digo en el plano familiar o social. Lo digo por el espacio que deja vacío. Todas las cosas que alguna vez planeó hacer y las que estaba haciendo hasta el momento en que se convirtió en víctima. Nadie va a continuar con los proyectos personales de uno. No lo quisiera para nadie, porque cada quien tiene su vida y sus cosas. Cuando un miembro de esta sociedad es desterrado de su posesión más preciada, la salud, insisto se pierde más que una vida. Scioli me avergüenza. Todos me avergüenzan.

Mientras tanto seguimos ahogándonos en un mar de lágrimas. Y la torpeza política, desde el oficialismo a la oposición, sólo embarra la cancha. No puede una mente sana competir con la sed de reconocimiento y poder que exigen los políticos de hoy y de siempre. Todos quieren erigirse como salvadores de la patria nuestra. Lo que más entristece es que los que dicen representarnos prefieren discutir a puertas cerradas y de espaldas a la sociedad. De nada sirve Gobernador que bajemos la edad de la inimputabilidad si esa pretende ser la solución. ¿Por qué piensan que es tan simple? ¿No creen que lo hubiéramos solucionado? Lo que hace falta acá es poner en práctica un ejercicio que muchos de ustedes conocerán y es aquel que exigía el "cu... en silla". Yo quisiera concretar mis futuros proyectos y consolidar los actuales. A la clase dirigente le pido ahora, no me quiten la posibilidad de hacer lo que vine a hacer a este mundo. Hasta la próxima.

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