Un caso paradigmático de los últimos tiempos. Las imágenes de la televisión mostraban un hombre de unos 40 años espantado y en llanto por el salvajismo con que hambrientos ciudadanos saqueaban con violencia un supermercado en Ciudadela, el 20 de diciembre de 2001. Esta es la historia del chino saqueado, de Wang Zhao He o "Juan" como la castellanización de su nombre admite. Incluso resultó tan significativa su imagen en los medios que, se cree, fue uno de los motivos centrales por lo que el entonces presidente Fernando De la Rúa decretó el estado de sitio. Una resolución que fue seguida por la renuncia de su ministro de Economía, el Dr. Cavallo (a quien ya le hemos dedicado un espacio importante en el blog).
Tengamos memoria argentinos, como dice nuestra presidenta Cristina Fernández. Recordemos a las treinta y cuatro víctimas fatales de la debacle. Los miles de heridos y detenidos que la policía, sin tapujos ni auto-control, reprimió ferozmente; transformando el suelo argentino en un auténtico campo de batalla. La naturaleza de esta nota, y probablemente de las que le sigan, no encierra ningún tipo de cuestión paralela ni doble discurso. Instigar el colapso no es una de mis cualidades, quien me haya leído sabrá que constantemente apelo a la razón y a las buenas formas para resolver los conflictos. Tampoco acostumbro a pronosticar desastres como la dirigente de la Coalición Cívica-ARI quien, dicho sea de paso, así se dio a conocer de cara a la gente. Mis intenciones son otras. Muy alejadas por cierto de ese discurso "desestabilizador", muy temido por estos días en la Casa Rosada. No sé bien por qué será, pero ese es el principal miedo de Néstor Kirchner hoy. Lo cuenta la nota "De extremistas de izquierda a columnas piqueteras". Ni Néstor Kirchner ni Cristina Fernández quieren resolver de manera drástica los desmanes ocasionados por los ex empleados de Kraft. Desmanes, bah. Los cortes de ruta quise decir. Sólo será cuestión de tiempo, porque desde hace tiempo en nuestro país, la negativa de la empresa norteamericana de discutir sus asuntos abiertamente "forzará" a las columnas piqueteras a quemar gomas de camión y se armen de palos y piedras. Lo curioso es que, con el discurso de la lucha contra la pobreza y la desocupación, el Gobierno mira para otro lado y dirige la artillería diplomático-política contra el grupo de inversores estadounidenses.
En fin, si algo queda claro es que la sociedad argentina no merece revivir fantasmas del pasado tan cruentos. O quizá sí, por haber perdido los estribos y el control sobre la clase dirigente que obró para generar una situación de desconcierto contraproducente por donde se la mire. No soy quién para juzgar las acciones de la sociedad en su conjunto, pero sí me creo capaz de despertar a la clase política sobre este asunto. Porque es mi deber como ciudadano argentino. Porque yo creo oportunidades para mi vida y, en consecuencia, abro la cancha para que otros puedan divertirse jugando el juego. Así es como funciona la Argentina y el mundo. Cuando la mezcla e interacción de las individualidades resulta exitosa, el país crece. Ahora, cuando perseguimos cada uno sueños individuales y nos abocamos únicamente a ello, el pueblo permanece desunido y desorientado. ¿Acaso queremos dejar eso a las generaciones que nos sigan?
He decidido que no, que mi legado debe ser diferente. Porque así como generaciones anteriores a la mía me han enseñado el verdadero valor de la libertad, tengo la misión de perseguir la felicidad de los míos y la de todos. Quiero vivir en un país que cree oportunidades, no en un país oportunista. Quiero vivir en un país donde la palabra sea la Ley, donde no hagan falta contratos restrictivos que refuercen el contenido de las palabras que salgan de mi boca. Que el apretón de manos sea más indeleble que una firma sobre un papel. Un país donde la famosa letra chica sea más grande que el contenido central. A eso aspiro, y espero que se unan en este compromiso. La Argentina debe, no por derecho ni herencia, llegar a ser lo que estuvo destinada a ser. No podemos seguir pensando un país así como si fuera una de esas utopías irrealizables. Porque Heracles demostró que las doce pruebas fueron un desafío, pero con coraje y perpetua lucha las libró una por una. No es una tarea imposible pensar un país renovado.
El país "de las oportunidades" como quizo instalarse Estados Unidos de América no cuenta toda la verdad del asunto. En realidad, fue el continente americano todo quien recibió en su seno a millones y millones de ciudadanos del mundo que buscaban comenzar de cero. Como es el caso de "Juan", como es el caso de los miles de argentinos radicados en el exterior, principalmente España luego de la caída de De la Rúa.
¿Qué motiva a un chino, japonés, boliviano, paraguayo o de cualquier nacionalidad a venirse a la Argentina? ¿Por qué pareciera que mientras todos acá pensamos en "tirar la toalla" y abandonar el suelo bendito, otros están más que dispuestos a ocupar nuestro espacio vacío? Quisiera reflexionar muy sintéticamente al respecto: No permitamos que el árbol de la política nos impida ver el bosque entero. No pensemos que por una o sucesivas gestiones irresponsables la Argentina tiene que quedar vacía de argentinos. Yo no elegí nacer aquí. Sin embargo, a pesar de todos los problemas y complicaciones que se presenten, si pudiera elegir, seguramente volvería a elegir Argentina. ¿Por qué? Para saber la respuesta hable con los "inmigrantes" de nuestro suelo. Propongo que hoy, jueves 8 de octubre de 2009, escribamos juntos las páginas de la nueva historia argentina. Consensuemos, discutamos y argumentemos sobre qué cosas puede hacer uno en beneficio de la mayoría. Rompa una ramita con sus manos y vea cuán simple es. Ahora ate muchas ramitas e inténtelo nuevamente. La fortaleza de la unión una vez más comprobada.
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